Bienvenida al Jardín


Tras las bonanzas y raíces de esperanza...

Hace un tiempo he relacionado mi fe y la de todos con un jardín. No cualquier jardín, es uno especial, donde hay todo tipo de plantas; con frutos, sin frutos; con flores hermosas, algunas muy delicadas y otras fuertes y grandes; incluso hay algunas semillas que no han germinado aún, cada una necesita un cultivo particular, un cuidado y un espacio que sea propio de su singularidad. 

Algunas de estas plantas se caen, otras se mueren, algunas luchan con las condiciones de tiempo en que se encuentran, algunas buscan la luz y otras la sombra; exigen ser regadas, hacen daño a otras o simplemente su naturaleza les impide estar juntas y al final todas tienen diferentes exigencias que al recibir un adecuado trato embellecen un gran jardín. 

En su función, hacen una espléndida obra maestra. Ninguna puede ponerse en el lugar de la otra, pues no cumplirían la misión para la cual fueron creadas. Más al final solo dos cosas importan; primero, no ser cortadas de raíz y echadas fuera y segundo, ser cuidadas, procuradas y atendidas con amor y entrega por el dueño y cuidador del jardín.

Yo soy una de esas y tú también, y en mi crecimiento me he hecho notaria al dueño del jardín, he pasado por sombra, me he caído y Él en su incansable labor me sigue recogiendo, me sigue poniendo a la luz, me ha dado de beber, me ha trasplantado, abonado y podado. Algunas de estas cosas duelen, pero todo esto es para hacerme perfecta en mi especie.

Él también lo quiere hacer contigo y como su panorámica es mayor, pues nos ve a todas las plantas, a veces usa algunas en beneficio de otras. ¡Ojalá ese sea mi caso! Que Dios me use como sombra, como abono o como follaje para embellecerte en nuestra estancia en el Jardín de la Esperanza.

¨Serán como un huerto bien regado, como un manantial que nunca se seca¨  Is. 58:11b




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